EL PROYECTO

Se va a cumplir medio milenio del cambio de conciencia de la humanidad sobre sí misma y sobre el mundo en el que vivía: un pequeño velero había completado la vuelta al mundo.

Una sola nave de las cinco que partieron, ni siquiera una veintena de los 240 marineros, y solo cuatro de los trece habitantes que habían embarcado en las Molucas (actual Indonesia, casi en las antípodas).

Una nave capitaneada por Juan Sebastián Elcano, un vasco, un guipuzcoano de Getaria, villa minúscula, pero enteramente volcada al mar.

Un viaje aún más extraordinario si tenemos en cuenta que su principal objetivo era conseguir un producto que ahora nos parece muy secundario: ¿de verdad merecía la pena una aventura tan peligrosa a cambio de especias?

Hasta la llegada a la Luna, no hubo reto igual. Y con la diferencia de quienes los protagonizaron no sabían realmente si su aventura era como presentían. Su aportación fue infinitamente más importante que unas cargas de nuez moscada, de clavo, de canela, de vainilla. El viaje confirmó lo que hasta entonces seguía siendo una conjetura: que la Tierra era esférica. También dio una idea de su tamaño real. Conocer el Pacífico, sus corrientes y sus vientos, costó muy caro. Pero el mundo ya no volvió a ser igual. Pese a la inmensidad de tierras que quedaban por descubrir; pese a los miles de pueblos, gentes, culturas que quedaban por contactar -de forma amistosa o violenta-, el mundo ya era uno solo, abarcable: «Primus circumdedisti me», como reza el lema del escudo con el globo terráqueo que el emperador Carlos concedió a Elcano.

Comenzaba otra era histórica, que ya se puede llamar mundial porque afectó a todos los pueblos de la Tierra, fueran o no conscientes de ello. El eje del mundo «conocido», se trasladaba definitivamente del Mediterráneo al Atlántico. Bloqueado el acceso a Asia por el Imperio Otomano, los países europeos atlánticos buscan rutas alternativas. Portugal rodeando África; Castilla «encontrándose» América; posteriormente Francia, Inglaterra y Holanda, el Atlántico europeo han buscado «las Indias» durante siglos.

Y se la han disputado, a sus habitantes y las potencias coloniales entre sí. Pero más allá de las guerras y la explotación, es incuestionable que el curso de la historia cambió, y lo hizo para entender el planeta como un solo sitio que habitamos y compartimos.

Elcano no fue una coincidencia, sino representativo de su lugar y su tiempo. En aquella nueva inmensidad que abría el siglo XVI, el país vasco tuvo un protagonismo mayor del que se podía esperar. Y lo hizo porque vivía en tierra, pero siempre mirando al mar.

Hace ya mucho que se ha desechado el concepto de historia basado en «los grandes hombres». De hecho, «nuestro personaje» era un marinero, oficio muy poco apreciado. Su complemento y contrapunto fue Magallanes, portugués de noble linaje, jefe de la expedición hasta su muerte. Las biografías de ambos personajes, contextualizadas en la época que les tocó vivir, permiten entender una aventura que cambió el rumbo de la historia.

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